“Me dijo su nombre. Su apellido es otro pero aquí lo llamare Falcó...”
Mario Benedetti, Exilios,
Primavera con una esquina rota, 1982”
Las apasionantes y frenéticas
vidas de Irene y César Falcón en el periodo de 1920 a 1939, nos invitan a
reflexionar sobre el compromiso militante de los intelectuales en aquellos
momentos de lucha revolucionaria y antifascista, y de utilización de medios
como la literatura, el cine o el teatro en la toma de conciencia de las masas
sobre el mundo contradictorio en el que les tocó vivir.
César Falcón (1892-1970), fundador junto a José Carlos Mariátegui del Partido Socialista Peruano. En 1919
ambos se vieron obligados a abandonar su país porque el periódico La Razón
que Falcón había fundado poco antes, publicó un artículo en el que definía a
los miembros del Parlamento de personal senil y claudicante. Su viaje,
rememorado por Irene Falcón, debió
ser apasionante. Salieron hacia Nueva York donde encontraron a los trabajadores
de los docks neoyorkinos en huelga y luego arribaron a Alemania en plena
revolución espartaquista. A finales de 1919 llegaron al puerto de El Havre, desde donde se dirigieron a
París, donde permanecieron unas semanas antes de separarse. Mariátegui fue a
Italia y Falcón, se encaminó hacia Madrid. Antes de que el primero regresara a
Perú, en 1920, ambos fundaron en Italia el Partido Comunista de Perú.
Afincado en España, hacia
principios de 1920, empezó a remitir artículos a los diarios La Vanguardia de
Barcelona y El Liberal de Bilbao, donde trabajaba como periodista y
tenía gran influencia el socialista vizcaíno Indalecio Prieto, y a España, semanario dirigido por el
también socialista vasco Luis Araquistáin. Viajó como corresponsal por la
Europa de entreguerras, en la Alemania de los consejos, redactó crónicas desde
las fábricas italianas ocupadas por los huelguistas, y de la huelgas de los
ferroviarios, se convirtió en un “intelectual comprometido”. A finales de 1923,
cuando se encontraba en Alemania junto al entonces director de El Liberal
Miguel Moya Ojanguren, este recibió
la noticia de su destitución por el cambio editorial en consonancia con el del
gobierno que giró a la derecha con la llegada de Primo de Rivera al poder.
Recuerda su compañera Irene
Falcón como, durante este periodo de la Dictadura primoriverista, César Falcón,
participaba en las diatribas entre Unamuno,
Valle Inclán y Gabriela Mistral en el café del Ateneo de Madrid y a las tertulias de Ramón Gómez de la Serna en el
café Pombo. El periódico El Sol, inspirado
por el filósofo Ortega y Gasset y el
magnate papelero vasco Urgoiti, siguió
una trayectoria inversa a El Liberal y de aplaudir la proclamación del
dictador, pasó a convertirse en crítico con la Dictadura. En él escribían lo
que se consideraba la créme de la créme del republicanismo español: además
del ya citado Ortega y Gasset, Fernando
de los Ríos, Pérez de Ayala,
Moreno Villa, Américo Castro….
Margarita Nelken era la crítica de arte y el también con el tiempo, comunista,
el compositor Bacarisse, la de
música. En sus páginas no se publicaban noticias sobre toros y loterías con el
fin de acabar con estos dos “vicios nacionales” (que hoy siguen, vivos e
incuestionados, sobre todo el segundo).
César obtuvo la corresponsalía de
El Sol en Londres del periódico. Hacia 1925, César Falcón contrae
matrimonio con Irene Levy (Luego conocida como Irene Falcón (1907-2000),
una chica española hija de un judío polaco y de una asturiana, joven de apenas
17 años a quien había conocido en Madrid e invitado a trasladarse con él a
Londres. En mayo de 1926, tuvieron a su hijo Mayo, quien no pudo inscribirse en
el Consulado español, al estar en plena dictadura de Primo de Rivera.
Irene se unió a César Falcón en
el envío de artículos; si bien el primero lo hacia al matutino El Liberal,
la segunda lo hacía al vespertino La Voz, ambos propiedad de empresarios
vascos, Horacio Echevarrieta y Urgoiti, respectivamente.
Irene y César vuelven a España
coincidiendo con la proclamación de la II
Republica. Poco antes, César Falcón funda la Editorial Historia Nueva,
con la que edita El Pueblo sin Dios, una novela sobre el tremendo trato que
recibían los indios en el Perú, por la que recibió un homenaje en Madrid en un
acto en el que están presentes Eduardo Marquina, Álvarez del Vayo, el futuro presidente de la República Juan Negrín, Gregorio Marañón, Ramón J.
Sender, Pepín Díaz Fernández, diputado de Izquierda Republicana y autor de El
Blocao novela emblemática para esa época. Historia Nueva editó “el Botín”, del socialista de izquierdas Julián Zugazagoitia, etc.
Irene Falcón dirigía por su parte
una colección de libros de mujeres, de lo mejor sobre literatura feminista de
la época, inspirada por la colección “La Novela Ideal”, dirigida por la
dirigente anarcosindicalista Federica
Montseny. Publicaron La técnica del Amor de Doris Langley Moore; La dama
y los bolcheviques de Vera Imber,
una aristócrata de Crimea que se hizo bolchevique; editaron también Hypatia,
un libro feminista de Dora Russell,
mujer de Bertrand Russell, matrimonio a quien los Falcón conocieron en
Londres, que recrea a la científica
alejandrina del siglo VI figura en la que también se basa el film Ágora
de Alejandro Amenabar en respuesta al Lisístrata,
publicado por Revista de Occidente.
Irene Falcón escribió el prólogo de esta obra: “ La
emancipación femenina debe traer consigo la paz de los pueblos, debe evitar por
todos los medios que se repitan los horrores de la guerra, que sus hijos,
súbditos de naciones civilizadas, maten
y se dejen matar sin ninguna razón, obligados por un patriotismo falso,
porque el verdadero patriotismo es el amor a la humanidad. Si las mujeres y las
esposas saben explicar esto a sus hombres con inteligencia, lograrían vencer la
atracción de las trompetas y de los tambores y de todo el engaño decorativo del
militarismo”....Lástima que, al parecer no se hayan conservado o no se sepa
donde se encuentran estas ediciones.
César Falcón, por su parte pasa a dirigir la nueva revista Nosotros que llevaba el
explícito subtítulo de Órgano de la Revolución Mundial, que afirman que “lo preciso es ir al
porvenir, definirse como reclama el hombre de la calle, con misterioso
presentimiento de la eficacia de la definición, es lo preciso en nuestros días”
(Nosotros, 1º de Mayo de 1930). Aquí colaboraron entre otros: César Muñoz Arconada, posteriormente
secretario de la JSU de Madrid y escritor comunista en el exilio; el ya citado,
Julián Zugazagoitia, ministro de la
gobernación de la República; Marcelino
Domingo, ministro de instrucción pública; la que, ya en la transición fuera
la primera mujer académica de la Lengua española, Carmen Conde; Rosa Chacel;
Ramón J. Sender; y Ana Luisa Strong, una norteamericana
que luego viajó a la URSS y se hizo comunista.
Se trata del compromiso del
intelectual con los asuntos sociales que habían proclamado autores como el
comunista italiano Antonio Gramsci.
En esta frenética actividad participa activamente en la organización Izquierda
Revolucionaria y Antiimperialista (IRYA) pero también en su Central de
Teatro Proletario, iniciativa algo posterior a las Misiones Pedagógicas,
inspiradas en los valores de la Institución Libre de Enseñanza y contemporánea
a La Barraca que Federico García Lorca anima bajo los auspicios de
Fernando de los Ríos como ministro de instrucción pública de la República,
concepciones del universitario o del intelectual como “educador del pueblo”,
pero a partir de la representación de obras clásicas o de nuevas obras pero
relacionadas con un teatro que siempre fue una crítica social.
Tras los cambios introducidos con
la incorporación de José Díaz y Dolores Ibárruri en el IV Congreso del PCE
celebrado en Sevilla en 1932, el grupo de IRYA decide ingresar en el Partido.
En julio de 1933 se constituyó el Comité
español Antifascista de ayuda a las víctimas del fascismo hitleriano,
presidido por el poeta Pedro Salinas,
con Dolores Ibárruri y Wenceslao
Roces en la Comisión política; César Falcón y Paco Galán en la organización e
Irene y Fernando Claudín entre otros
en la de Administración. Desarrollaron una gran actividad de solidaridad en la
defensa del secretario de la Komintern Giorgi Dimitrov y sus camaradas en
Berlín acusados de incendiar el Reichstadt.
Siguiendo los pasos de las
Misiones Pedagogicas y de la Barraca, Cesar e Irene Falcon lideraron un grupo
de Teatro Proletario a partir
de la improvisación de obras clásicas, en la Sierra de Madrid, actuaron en
salas de la capital y llevaron adelante giras por pueblos de Asturias,
Cantabria, Vizcaya y Toledo, llegando a organizar conferencias y a elaborar y
representar obras propias. En el verano de 1933 viajaron a Moscú por vez
primera, para participar en el primer Congreso Internacional de Teatros
Proletarios, también llamada Olimpiada Popular de Teatro. Los acompañaron los catalanes Ramón Pujol y Santiago
Masferrer, escenografista y crítico, respectivamente. Conocieron a Erwin Piscator, director de los teatros
de Moscú y autor de la obra de referencia Teatro Político. En Moscú se
ensayaban técnicas vanguardistas también en escenografía, desapareciendo el
techo del teatro para dar paso a escenas de aviones, o impregnando de olores
relacionados con los hechos dramatizados en las salas.
Durante la guerra César Falcón fue codirector de Mundo
Obrero y organizó el Altavoz del Frente, un organismo de Agitación y
Propaganda encargado de difundir la Cultura en las trincheras, al que se deben
numerosos documentales cinematográficos sobre la guerra y en el que llegó a
participar el poeta Miguel Hernández.
También en la guerra, Falcón puso en marcha el periódico Frente Rojo, y llegó a participar en una delegación ante la
Sociedad de Naciones con el ministro de Asuntos Exteriores de la República,
Álvarez del Vayo. Después de la guerra regresó a Perú y en 1945 estaba en
Estados Unidos. Así perdió el contacto con Irene
Falcón, afincada en Moscú como asistente de la Pasionaria. Falcón rehízo su vida en México tras no poder regresar
a EE.UU. por la crítica que hizo en una nueva novela al sistema político
norteamericano. Murió en Lima en 1970, junto a su hermano Jorge, quien en 1977
le relató episodios de su vida a quien durante algún tiempo fuera su compañera
sentimental y política, Irene Falcón, cuyas memorias forman la base de este
artículo.
Fuentes:
Irene Falcón: Asalto a los cielos. Mi vida junto a
Pasionaria, Temas de Hoy, Madrid, 1996
Pablo Díaz Morlán: Horacio Echevarrieta, El capitalista
Republicano, Madrid, 1999
Juan Marichal: El secreto de España, Taurus, 1995
Santos Juliá: Historias de las dos Españas, Taurus,
Madrid, 2004
José Gabriel Zurbano Melero
Historiador