Transcurridos 36 años, según algunos
aún no estamos en condiciones de dejar de renunciar, como se hizo en 1978, al
mito de la Revolución, al ideal de la igualdad, a la conciencia de justicia, al
ideal republicano, a la memoria y dignidad y reparación a las víctimas, o sea
al triunfo absoluto de la Justicia, que sólo podrá realizarse con un Proceso
Constituyente impulsados por las mayorías ciudadanas, que se diera en
condiciones de absoluta de libertad y democracia y sin reacciones y defensas numantinas de
un Régimen de lo posible hace 36 años que además se ha devaluado y degradado, convirtiéndo a sus ciudadanos en súbditos de la
Troika y de las corporaciones transnacionales a través de la hipertrofia de una
deuda impropia. Para participar desde nuevas bases en la construcción de una nueva Europa de los Ciudadanos.
Construir un futuro justo y libre
(Para otros la regalada historia)
“Cuando los golpistas irrumpen la
sesión de investidura Carrillo desobedece la orden genérica de tumbarse y
permanece en su escaño mientras los guardias civiles disparan sobre el
hemiciclo, y dos minutos más tarde desobedece la orden concreta de uno de los secuestradores
y permanece en su escaño mientras finge tumbarse. Como el de Suárez, como el de
Gutiérrez Mellado, el de Carrillo no es un gesto azaroso ni irreflexivo: con
perfecta deliberación Carrillo se niega a obedecer a los golpistas…Es un gesto
de coraje, un gesto de gracia, un gesto de rebeldía, un gesto soberano de
Libertad”
“Como el de Suárez, el gesto de
Carrillo es también un gesto histriónico: Carrillo es un político puro, igual
que Suárez, y por tanto un actor consumado, que elige morir de pie con un gesto
elegante, fotogénico, y que siempre dijo que no se tiró bajo su escaño en la
tarde del 23 de febrero por la misma razón escénica, representativa e insuficiente
que Suárez siempre alegó: él era el secretario general del partido comunista y
el secretario general del partido comunista no podía tirarse. Como el de
Gutiérrez Mellado, el gesto de Carrillo es un gesto militar y toda su biografía
lo había preparado para un momento así: Se crió en una familia de
revolucionarios profesionales, desde que tenía uso de razón era un
revolucionario profesional, en su juventud fue encarcelado varias veces, se
enfrentó con pistoleros políticos, sobrevivió a una condena a muerte, conocía
el fragor del combate, la brutalidad de tres años de guerra y el desarraigo de
cuarenta de exilio y clandestinidad….”
“Como Gutiérrez Mellado, Carrillo
pertenece a la generación que hizo la guerra; como Gutiérrez Mellado, Carrillo
no creyo en la democracia hasta muy vanzada su vida, aunque defendiese durante
la guerra una República democrática; como Gutiérrez Mellado, Carrillo participó
de joven en un levantamiento armado contra el gobierno de la República, la
revuelta de Asturias, de cuyo comité revolucionario formó parte cuando apenas
contaba diecinueve años…”
“A partir del momento en que se
inició la transición y los comunistas empezaron a desempañar un papel decisivo
en ella, Carrillo obró como si lo hubiera sido, [Un error la revolución de
Asturias de 1934], desactivando los mecanismos ideológicos y políticos que
pudieran conducir a la repetición del error, un poco al modo en que su llegada
al gobierno, Gutiérrez Mellado se aplicó a desactivar los mecanismos
ideológicos y políticos del ejército que, cuarenta años atrás había provocado
la guerra. No sólo eso: Carrillo –y con él toda la vieja guardia del Partido
Comunista- también renunció a ajustar cuentas con un pasado oprobioso de
guerra, represión y exilio, como si considerase una forma de añadir oprobio al
oprobio intentar ajustarles las cuentas a quienes habían cometido el error de
ajustar las cuentas durante cuarenta años, o como si hubiera leído a Max Weber
y sintiese como él que no hay nada más abyecto que practicar una ética que sólo
busca tener razón y que, en vez de dedicarse a construir un futuro justo y
libre , obliga a ocuparse en discutir los errores de un pasado injusto y
esclavo con el fin de sacar ventajas morales y materiales de la confesión de
culpa ajena.
“Al frente de la vieja guardia
comunista, durante la transición y para hacer posible la democracia Carrillo
firmó con los vencedores de la guerra y administradores de la dictadura, sino
porque las recordaba muy bien y estaba dispuesto a cualquier cosa, para evitar que se repitieran, siempre y
cuando los vencedores de la guerra y administradores de la dictadura aceptasen
terminar con ésta y sustituirla por un sistema político que acogiese a
vencedores y vencidos y que fuese en lo esencial idéntico al que los derrotados
habían defendido en la guerra .” [La República traicionada por enésima vez por
la degradación del Régimen del 78]
“…Porque lo que la justicia
dictaba a la muerte de Franco era el
retorno a la legitimidad republicana conculcada cuarenta años atrás por un
golpe de estado y la guerra subsiguiente, el juicio de los responsables del
franquismo y la completa reparación de sus víctimas; Carrillo renunció a
conseguir todo eso, y no sólo porque careciera de fuerza para conseguirlo, sino
también porque entendía que a menudo los ideales más nobles de los hombres son
incompatibles entre sí y en aquel momento tratar de imponer en España el
triunfo absoluto de la justicia era arriesgarse a provocar la absoluta derrota
de la libertad.”
“Lo relevante, lo políticamente
relevante, es que, dado que las decisiones que adoptó propiciaron la creación
de un sistema político más justo y más libre que cualquiera de los que había
conocido España en su historia, y en lo esencial idéntico al que fue derrotado
en la guerra (…) al menos en este punto la historia le ha dado la razón a
Carrillo, cuyo gesto de coraje y gracia y libertad y rebeldía…, es el gesto de
un hombre que tras haber combatido a muerte la democracia la construye como
quien expía un error de juventud, que la construye destruyendo sus propias
ideas, que la construye negando a los suyos y negándose a sí mismo, que se
apuesta entero en ella, que finalmente decide jugarse el tipo por ella.”
Transcurridos 36 años, según algunos
aún no estamos en condiciones de dejar de renunciar, como se hizo en 1978, al
mito de la Revolución, al ideal de la igualdad, a la conciencia de justicia, al
ideal republicano, a la memoria y dignidad y reparación a las víctimas, o sea
al triunfo absoluto de la Justicia, que sólo podrá realizarse con un Proceso
Constituyente, que se diera en
condiciones de absoluta de libertad y democracia y sin defensas numantinas de
un Régimen que ha devaluado y degradado a sus ciudadanos a súbditos de la
Troika y de las corporaciones transnacionales a través de la hipertrofia de una
deuda impropia.