En la mañana del día 19 de abril
de 1963, como hoy, tuvo lugar un Consejo de ministros. Franco decidió que todos
se retrataran, que se votase. Que se compartiera la responsabilidad “ante Dios
y ante la Historia”. Diecinueve ministros dan el visto bueno para la ejecución
de Julián Grimau por un presunto y extraordinario “delito continuado” desde la
Guerra Civil.
Franco pretendía con ello, con este
acto de crueldad supina, recobrar ante los españoles, tintada de sangre, la
legitimidad nacida del triunfo en la Guerra Civil. Y este mensaje quiere
enviarlo con la complicidad de su gobierno, de esa amalgama de militares, de
miembros del Opus Dei, de tecnócratas…Todos votan a favor, Fraga, y los del
OPUS incluidos López Bravo, Ullastres, Navarro Rubio (Hoy esa misma iglesia
habla de mártires)
El 7 de noviembre de 1962, es
detenido por la policía franquista Julián Grimau. El hecho se produce tras la
delación del enlace, que ya no aguanta más torturas de la Brigada Político
Social , cuando lo delata y les facilita su detención al señalarles la cita
clandestina. A las pocas horas, es terriblemente torturado y cae a la calle desde
una venta de la primera planta de la Dirección general de Seguridad al callejón
de san Ricardo. El mismo Julián en testimonio recogido por José Ramón Recalde y
otros presos en la Carcel de Carabanchel, meses después, les confesaba que no
recordaba cual de las dos versiones era la verdadera. Solo la tortura que la
motivó es incuestionable.
Julián ha quedado malherido, con
el cráneo hundido y las muñecas rotas pero no pueden rematarlo porque se ha
agolpado gente en torno a él. Lo llevan a la Casa de Socorro de General
Ricardos, donde le operan de urgencia del hundimiento del parietal izquierdo.
Lo trasladan al Hospital penitenciario de Yeserías.
Santiago Carrillo habla el 15 de
noviembre por Radio España Independiente “La Pirenaica”:
“Me dirijo a todos los españoles,
de izquierda y de derecha. No es posible tolerar en silencio que el gobierno
siga aplicando la tortura a hombres con cuyas ideas podéis estar de acuerdo o
disentir, pero que en todo caso las defienden arriesgando su vida, noble y pacíficamente.
Me dirijo a los hombres que
encabezan la Iglesia Católica: ¿Cómo podéis seguir apareciendo en el papel de
cómplices o aliados de un régimen que se proclama católico y aplica la
tortura?...
Y vosotros, militares, ¿no os
percatáis de que, con esos métodos, Franco trata de hundir al ejército en el
mismo lodazal, en idéntico deshonor en el que está cayendo su régimen maldecido
por la inmensa mayoría de los españoles?
Hacemos un llamamiento a los
trabajadores, a los intelectuales, a los hombres de Iglesia, a los militares
honestos,. Uníos todos para que Julián Grimau sea el último español torturado.”
En Madrid, Francisco Romero Marín
se mueve en los círculos de abogados próximos al Partido, y designan como
idóneo para la defensa de Grimau a Amandino Rodríguez Armada. Un hombre
corpulento, vehemente, abogado vitalista, bohemio, comunista, que ha aprendido
a sortear con habilidad en el trapacero sistema legal de la Dictadura, con una
gran capacidad de repentización.
-
¿Usted es comunista, no, Armandino? –le pregunta
en una de las muchas veces en las cuales se ve con él, frente a frente, el
coronel Eymar, el temido Juez Especial Nacional de Actividades Extremistas,
caballero mutilado de guera.
-
No soy gallego –respondía Fernández Armada en
una clara declaración de fidelidad a sus raíces.
El 6 de diciembre de 1962 Manuel
Fraga, nuevo ministro de Información, comienza a justificar la condena de
Grimau, con la denuncia de “una campaña que determinados sectores comunistas y
filocomunistas llevan contra España” al responder a la Comisión Internacional
de Juristas de Ginebra que hayan vuelto a calificar de nuevo al franquismo como
un régimen dictatorial. Y continúa:
“Uno de los objetivos de esa
campaña es convertir en personajes a individuos como Grimau y Ormazabal,
claramente comunistas, o como Marcos Ana, que ustedes conocen y que es un
verdadero asesino (sic) Pero quiero indicarles que, así como el proceso del
señor Grimau, que estos días ocupa una cierta atención en la prensa comunista,
sigue su curso normal y todavía no es posible hacer declaración alguna sobre
los hechos recientes, en cambio sí puedo decir que se ha podido investigar
sobre la actuación de este señor durante la guerra española en Barcelona y
dentro de unos días daremos un dossier espeluznante de crímenes y atrocidades
cometidas personalmente por este caballerete.”
El 20 de enero, cuando Grimau ya
ha dejado el hospital de Yeserías y ha sido trasladado a Carabanchel, el diario
oficial Arriba publica un editoria, que lleva por título
Grimau y sus crímenes, al que se unen otros artículos difamatorios de Emilio
Romero en Pueblo,, en base a dossieres servidos desde el Ministerio de Fraga.
Intelectuales no comunistas como Pedro Laín Entralgo o Dionisio Ridruejo,
firman contra el proceso a Grimau.
Algunos piensan que no pueden
juzgar a Grimau por unos presuntos crímenes cometidos durante la guerra, ya que
estos han prescrito, pasados casi 25 años. Para ello el régimen inventa el “delito
continuado” {ahora algunas quizás dirían “diferido”} porque la decisiónde la
sentencia ya está tomada. Delito continuado, según el cual hay una línea de continuidad entre la
actuación de Julián Grimau como policía del Gobierno republicano durante la
Guerra Civil y su posterior lucha clandestina.
Julián Grimau permenece durante
casi tres meses en la enfermería de la Carcel de Carabanchel y, un día de abril
le dejan bajar al patio de la cárce, pero pronto tiene lugar el juicio y lo
vuelven a aislar en la enfermería. Casi todos los presos pensaban que a nadie
mataban ya por hechos de la Guerra Civil, pero Recalde ya salió preocupado
cuando Grimau le habló de la conmutación de la pena tras la aparición de ese
extraño concepto pseudojurídico del “delito continuado”.
El juicio fue una pantomima. El
único que tenía títulos jurídicos suficientes fue el abogado defensor de
Grimau, Alejandro Rebollo., a la sazón joven capitán del Ejército de Tierra y
abogado. El Fiscal Hernández Martín ha falsificado sus títulos de derecho, lo
que no le ha impedido participar en cientos de consejos de guerra en aquellos
años. La mayoría de los jueces militares no tienen la mas mínima noción de
derecho, entre ellos el secretario del tribunal, el atrabiliario teniente
coronelBalbás: quien ante el ardor, llama al orden al abogado defensor de
Grimau: “- Mida usted sus palabras. Hay
periodistas extranjeros en la sala.”
El 18 de Abril tiene lugar el
Juicio. Crucifijo. Sable. Militares legos. Se vierten los argumentos de los
Dossieres fabricados y difundidos desde el ministerio de Información de Fraga.
El abogado defensor, cuestiona si no es verdad la afirmación de Franco sobre
que el valle de los caídos es un símbolo de la reconciliación nacional y se
arma la marimorena en la sala. . Pero el Tribunal da por visto para sentencia.
Siguen las acttuacionwes del Partido y de los intelectuales amigos hacia altos
cargos del régimen como el general Muñoz Grandes, a quien se considera único
capaz de llevar la contraria a Franco.
En la mañana del día 19 de abril
de 1963, como hoy, tuvo lugar un Consejo de ministros. Franco decidió que todos
se retrataran, que se votase. Que se compartiera la responsabilidad “ante Dios
y ante la Historia”. Diecinueve ministros dan el visto bueno para la ejecución
de Julián Grimau por un presunto y extraordinario “delito continuado” desde la
Guerra Civil.
Franco pretendía con ello, con este
acto de crueldad supina, recobrar ante los españoles, tintada de sangre, la
legitimidad nacida del triunfo en la Guerra Civil. Y este mensaje quiere
enviarlo con la complicidad de su gobierno, de esa amalgama de militares, de
miembros del Opus Dei, de tecnócratas…Todos votan a favor, Fraga, y los del
OPUS incluidos López Bravo, Ullastres, Navarro Rubio (Hoy esa misma iglesia
habla de mártires)
En su última noche en capilla
antes de su fusilamiento, Permitieron a Antonio Rebollo designado su abogado,
pasar varias horas con Julián Grimau.. Como luego comentó el abogado hablaron
del futuro de España, de la democracia, de la lucha sin violencias, de la reconciliación
nacional, de todo lo que negaba aquel acto infame. Hablaron de la Encíclica
Pacem Terris, de Van Gogh y Degas. De John Dos Passos…y se abrazan antes de que
sonaran las descargas. Dicenque las últimas palabras de Julián Grimau a su
abogado fueron:
“La victoria, Amandino, la
usufructuarán otros.
Los emboscados, los burócratas.
Los calculadores que permanecen a
buen recaudo en la retaguardia…”