lunes, 10 de febrero de 2014

LOS INTELECTUALES Y LOS MAESTROS DURANTE LA II REPÚBLICA




La II República fue verdaderamente la “toma del poder” –en muy diversos terrenos- por la llamada “generación de los intelectuales”, es decir, la generación de 1914, la de Machado, Ortega, Azaña , Negrín y, SOBRE TODO, Unamuno. Seguían los consejos de este último de intentar contribuir a la cultura universal. Casi todos sus integrantes fueron becarios, fuera de España, de la Junta para la Ampliación de Estudios, salvo Negrín cuya familia de la burguesía exportadora canaria, pudo pagar sus estudios en Alemania, como ya vimos. 

Pero la generación de Ortega de la República quiso también cambiar las estructuras políticas de España. Estas ideas republicanas venían de atrás. En marzo de 1914 Ortega había dicho: “En historia, vivir no es dejarse vivir; en historia, vivir es ocuparse muy seriamente, muy conscientemente, del vivir, como si fuera un oficio. Por eso es menester que nuestra generación se preocupe con toda conciencia, premeditadamente, orgánicamente, del porvenir nacional. Es preciso hacer una llamada enérgica a nuestra generación.” Tuvieron la suerte de no participar en la I Guerra Mundial, donde cayeron en los campos de batalla muchos de sus coetáneos europeos.

El primero que oyó el llamamiento de Ortega fue el empresario vasco papelero y editor Nicolás de Urgoiti, quien fundó y financió el Diario El Sol, un diario liberal dedicado a la transformación política de España, al que, poco después se sumaría su hermano El Liberal, de Bilbao. “Liberalismo y modernidad, entrega sustancial del poder a fuerzas democráticas dirigidas o auxiliadas por hombres nuevos que transformen la estructura de España…” De ahí que, al proclamarse la II República, Ortega y su generación sentían que había empezado a realizarse el sueño de sus años mozos. Mas también para una gran parte de la población española la primavera de 1931 fue el júbilo de sentir a España dentro de la historia moderna de Europa, en sincronía política con los países más avanzados del mundo. Pero los intelectuales toparon con una tozuda realidad: se demostró que la realidad social española no estaba preparada para una transformación como la intentada por los intelectuales de la generación de 1914. 

El giro que dio España hacia la democracia en 1931 iba en contra de las tendencias imperantes en la Europa de la época. Mientras que otros países europeos tomaban derroteros conservadores o hacían experimentos hacia el fascismo, e incluso la Unión Soviética ponía el freno estalinista a su revolución, el gobierno español puso en marcha un programa pedagógico revolucionario. Los electores españoles habían mostrado su rechazo a la monarquía manifestándose a favor de la república, y la coalición republicano-socialista estaba convencida de haber recibido el mandato para acabar con los abusos de los reyes, militares y de las oligarquías forjando una nueva nación basada en los principios de la justicia, la libertad y la igualdad. 

Hubo bastantes diputados socialistas y republicanos que habían pasado por la Institución Libre de Enseñanza, e inspirados por ello pensaban que su tarea consistía en crear un conjunto de ciudadanos que se identificaran como españoles, y para conseguir dicho objetivo intentaron configurar una identidad nacional cohesionada con el cemento de la cultura. Por ejemplo, estaban convencidos de que si ponían ante el pueblo una serie de creaciones culturales comunes –tales como el Quijote de Cervantes o Las Meninas de Velázquez-, caerían las barreras sociales y económicas existentes entre la población rural y urbana, uniendo a la gente “atrasada” del campo con los “progresistas” de las ciudades. 

Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción pública de la República decía refiriéndose a las “Misiones Pedagógicas” que recorrían comarcas más o menos rurales y aisladas, llevando obras de teatro, poemas, canciones, etc. : “Intentábamos resucitar en la mente del campesinado los valores culturales creados por sus antepasados. Pretendíamos hacer que fuera consciente de su historia, despertando en él un sentimiento de verdadera “Hispanidad”-y la Hispanidad propiamente dicha significa ni más ni menos que  una conciencia de los ideales y aspiraciones del pueblo español-. Eso es lo que pretendíamos hacer…poniendo al campesino en contacto con las grandes obras creativas de la conciencia colectiva española”.

Esa cultura común –que, como es natural, ponía de relieve ante todo los valores urbanos y castellanos- debía paliar las fisuras causadas por las diferencias de clase, de religión y de región, y se convertiría en una importante vía de integración de las masas en la nueva estructura política y social de España. Y aún lograría más cosas. Esa cultura común modernizaría y, por consiguiente, europeizaría España, haciendo que el país pudiera rivalizar con otras naciones europeas en poder e influencia. La pluralidad de la coalición, republicanos, socialistas y catalanistas y sindicatos, dificultaron la labor a la hora de ponerse de acuerdo en la metodología, sobre todo los catalanistas que rechazaban de plano esa unidad cultural y nacional. 

Se tomaron las ideas pedagógicas más avanzadas del momento. E intento de laicismo de la Tercera República francesa; modernos modelos procedentes de la revolución rusa y de la mexicana, que insertaron con las ideas culturales autóctonas como las Misiones Pedagógicas. La mayoría de los intelectuales republicanos y socialistas pensaban que la democracia, la unidad nacional y el progreso sólo podían alcanzarse mediante una cultura común. Versiones comunes sobre el pasado español. El ministro republicano Marcelino Domingo decía: “…Donde la cultura falta, el sistema democrático se pervierte, se esteriliza, se desfigura o cae, no por la presión, sino por la interna consunción”.

Por eso se propusieron la creación de una gran infraestructura educativa. En apenas  cuatro años se construyeron más de 3.000 escuelas en España con maestros impregnados por los principios y valores de las nuevas metodologías pedagógicas. Además de las Misiones Pedagógicas, la Barraca y un sinfín de iniciativas autónomas y libertarias. Que visitaron má de 500 pueblos con sus actores, sus gramófonos, sus poemas y bibliotecas ambulantes. Las derechas los consideraban una desnacionalización y descatolización de los españoles., porque hablaban de las Españas y despertaban el espíritu crítico de los campesinos.

Por eso los maestros se fueron convirtiendo, junto a los sindicatos, los obreros y jornaleros y partidos políticos en los principales enemigos de clase y de modelo de país. Cuando llegó la hora de la guerra la propaganda del clero y de las derechas hicieron que uno de los focos de la represión se cebará en los maestros y maestras republicanos, que fueron depurados, apartados de su profesión, trasladados a otras provincias, encarcelados y directamente asesinados durante la guerra y la postguerra...PERO ESO YA SERA OBJETO DE OTRA ENTRADA EN ESTE BLOG.