Benedetto Croce: “Toda
Historia es historia contemporánea”.
En 1938 un periodista anónimo entrevista a Machado en su refugio
en Barcelona, en la torre de san Gervasio donde vivía y al preguntarle sobre
Juan de Mairena le responde: “Juan de Mairena es un filósofo amable, un poco
poeta y un poco escéptico, que tiene para todas las debilidades humanas una
benévola sonrisa de comprensión y de indulgencia”. Ese temple, ejemplarmente
liberal de Mairena, era el de Machado. De sobra está recordar que Machado dio
ejemplo de valentía liberal pero comprometida con los trabajadores de la España
y de la Barcelona de su tiempo.
Antonio Machado fue, desde luego,
poeta por la gracia de la Providencia, mas la conjunción de linaje espiritual y
político, de lugar y año de su nacimiento, determinó fuertemente la
originalidad de su futura actividad creadora. Antonio Machado hubiera podido
ser uno de los divertidos heterónimos de poetas andaluces del siglo XIX que él
se complacía en inventar. Fue él, sin
embargo, porque nació en Sevilla, en 1875, en una familia de claro linaje
liberal: su bisabuelo materno fue uno de los patriotas liberales opuestos a la
invasión napoleónica y autor de un libro filosófico, la unidad simbólica…se
llamó este bisabuelo José Álvarez Guerra
y firmaba con el pseudónimo “un amigo del hombre” de donde el padre de Machado
tomó a su vez su alias (Demófilo), utilizado por Antonio Machado en el otoño de
1936 calificándose a sí mismo como
“Demófilo incorregible”.
El componente político le viene a
Machado de su abuelo paterno Antonio
Machado Núñez, que había sido “progresista” o sea, liberal de izquierdas, y
, como tal, gobernador civil de Sevilla en 1870, al comienzo del breve reinado
de Amadeo de Saboya. El padre del poeta –Antonio
Machado Álvarez- fue un activo republicano que colaboró en el periódico La
Justicia, dirigido por Salmerón. Cuando nació Machado, el 26 de julio de 1875,
ya se había restaurado la monarquía y los intelectuales republicanos estaban en
la fase melancólica del examen de conciencia colectiva tras la muy corta vida
de la I República. ..Los Machado formaban parte en Sevilla del círculo intelectual
encabezado por don Federico de Castro (1834-1903), el krausista y catedrático de
Metafísica de la Universidad de Sevilla, del que Machado toma buena parte de su
personaje Juan de Mairena.
A Antonio Machado y su hermano
Manuel Machado sus padres los ingresaron en 1883 en la Institución Libre de
Enseñanza, cuando su abuelo paterno obtiene su cátedra en la Universidad
Central y toda la familia se desplaza a la Villa y Corte. Antonio estuvo en la
ILE de los ocho a los 14 años, fenómeno decisivo en la formación moral e
intelectual de un joven. Francisco Giner de los Ríos, dijo que la ILE aspiraba
a hacer hombres, a “imprimir carácter” como se ha dicho de la educación
jesuítica, pero civil. Los profesores de la ILE se basaban en parte en el krausismo,
que era una corriente que fundía una tradición espiritual europea con la
mística de santa Teresa o san Juan de la Cruz. Esto desataba la animadversión
de la Iglesia española y del “partido clerical” . Sobre todo porque los
krausistas no eran los usuales anticlericales tragacuras ni los llamados
“librepensadores”, fieramente ateos.
Fue Antonio Machado, de joven,
muy mal estudiante, concluyó el bachillerato a los veinticinco años! Sin
embargo, frecuento la Biblioteca Nacional y se le podría calificar como él
mismo hace como autodidacta. Pero, sobre todo, una gran influencia para su vida
fue su estancia en París durante la III República. En 1899 Antonio y su hermano
Manuel viajan a París, donde trabajaron en la Editorial Garnier, que realiza
libros en español para los países latinoamericanos. Es el año de la primera
revisión del llamado affaire Dreyfus.
En una carta desde Baeza a
Unamuno en 1915, escribe el andaluz al vasco:
“Yo también, en el fondo, acaso
sea francófilo. Mi antipatía a Francia se ha moderado mucho …La otra Francia
(en contraste con la Francia reaccionaria) es de mi familia y de mi abuelo y mi
bisabuelo; que todos pasaron la frontera y amaron la Francia de la libertad y
el laicismo, la Francia religiosa del affaire y de la separación de Roma, en
nuestros días. Y ésa será la que triunfe de Alemania” (Recordamos que la carta
se escribe en plena 1ª Guerra Mundial).
La Francia del fin del siglo XIX
no tenía nada de decadente para el visitante que no se limitaba a observar
ciertos cafés del Barrio Latino. La III República francesa, es el periodo que
va desde la capitulación de 1870 de Napoleón III ante los Prusianos, hasta la
de Vichy ante Hitler en 1940. En 1881-1882 el gobierno de Jules
Ferry aprobó nuevas leyes educativas que establecían la enseñanza gratuita
(1881) y obligatoria y la educación laica (1882), sentando las bases de la
educación pública francesa. Esta separación de la Iglesia y el Estado en el
ámbito escolar se extendió a otros, como el funerario (la ley de 1881
secularizó los cementerios; otra de 1887 puso fin a las restricciones a los
funerales civiles y permitió la cremación de los cadáveres); y también a la
salud pública: los hospitales fueron laicizados, expulsando a los capellanes y
sustituyendo progresivamente a las monjas por enfermeras diplomadas, aunque
este proceso fue muy lento; las salas de hospital perdieron sus nombres
católicos y recibieron otros que recordaban a grandes inventores o médicos.
También se tomaron medidas para laicizar el espacio público: los crucifijos
fueron retirados de las paredes de hospitales, escuelas y tribunales; se
restringió la salida de procesiones fuera de los lugares consagrados al culto y
el porte de la sotana por la calle.
Al mismo tiempo se desató una campaña de
anticlericalismo a través de los periódicos republicanos y librepensadores y de
folletos y libros. En uno de ellos se decía: “el desenfreno, la holgazanería,
la intolerancia, la glotonería, la rapacidad frailuna son otros tantos
portillos que nos abren la ciudadela clerical”. En la estela de Eugenio Sue
aparecieron muchos otros novelistas, como Marie-Louise Gagneur (Le crime de
l’abbé Maufrac, La Croisade noire, Un chevalier de sacristie), Hector France,
Jules Boulabert (Les ratichons). Autores más prestigios también mostraron
clérigos antipáticos e incluso repulsivos, como Émile Zola, en La Terre o en La
Faute de l’abbée Mourret.
Las normas anticlericales y
laicistas aumentaron en el gobierno de Émile Combes, con la aprobación de las
leyes de 1904 que prohibían a las congregaciones religiosas dedicarse a la
enseñanza escolar, , por lo que cerraron
unas 12.500 escuelas religiosas,6 excepto en Alsacia-Lorena, que estaba en
poder de Alemania; la mayoría de estas órdenes religiosas expulsadas se
instalarán en España, donde fundarán colegios. Esta política anticlerical
provoca la ruptura con la Santa Sede en 1904.
En 1905 la Asamblea Nacional
aprueba la Ley de Separación de la Iglesia y del Estado aboliendo el
concordato: desde ese momento la República no reconoce ningún culto. Uno de sus
promotores fue la Asociación de Librepensadores de Francia, que realizó
diversos actos, algunos de los cuales terminaron en altercados con católicos,
causando heridos y algún muerto. La ley, sin embargo, no contentó plenamente a
algunos de ellos porque hacía alguna concesión a la Iglesia Católica, como la
de que continuaría detentando el uso exclusivo de los templos.
Esta es la Francia que conoció
Machado, la llamada “Francia de los profesores” y la del Partido Radical
Republicano. Influyó de manera importante en Machado según autores como Juan
Marichal. Es más, el ingreso de Antonio Machado en la logia “Mantua” de la
masonería española podría verse como un efecto más de sus estancias en Francia,
dado que los radicales franceses utilizaron las logias masónicas para la
difusión del humanismo republicano. Antonio Machado fue de nuevo a Francia en
1911 con una Beca de la Junta para la Ampliación de estudios, que eran las Becas
Erasmus de la época. Machado tenía entonces treinta y cinco años, y solamente
contaba con el título de bachiller que le había permitido obtener la plaza de
profesor de francés en los institutos nacionales de Segunda Enseñanza. No
habría conseguido, seguramente la beca aludida de no haber sido ya un conocido poeta – había publicado en 1903
Soledades, libro reeditado en 1907 con adiciones: Soledades. Galerías y Otros
poemas.
Estas Becas Erasmus de la época
eran tan exiguas, que cuando su mujer se pone enferma en París, Machado debe
pedir prestados 250 francos a Rubén Darío, para regresar a España. Antes
Machado terminó en París su libro Campos de Castilla, que se publicó con
notable éxito en el otoño de 1911, ya de regreso el poeta en Soria. A los años
siguientes a la muerte de Leonor el 1 de agosto de 1912 corresponden algunos de
sus mejores poemas. Como el “Poema de un día-meditaciones Rurales”. Es el
Machado más jacobino, el de la rabia y la idea…
Fragmento de POEMA DE
UN DÍA.
MEDITACIONES RURALES
(…)Arrecia el
repiqueteo
de la lluvia en las
ventanas.
Fantástico labrador,
vuelvo a mis campos.
¡Señor,
cuánto te bendecirán
los sembradores del
pan!
Señor, ¿no es tu
lluvia ley,
en los campos que ara
el buey,
y en los palacios del
rey?
¡Oh, agua buena, deja
vida
en tu huida!
¡Oh, tú, que vas gota
a gota,
fuente a fuente y río
a río,
como este tiempo de hastío
corriendo a la mar
remota,
en cuanto quiere
nacer,
cuanto espera
florecer
al sol de la
primavera,
sé piadosa,
que mañana
serás espiga
temprana,
prado verde, carne
rosa,
y más: razón y locura
y amargura
de querer y no poder
creer, creer y creer!
(…) Marzo de 1913 (Baeza)
Aquí Machado escribe directamente
contra “la España de charanga y pandereta que le tocó vivir”. El “poema de un
día” es un texto excepcional que condensa impresiones sobre la vida intelectual
y rural del poeta. Antonio Machado está en una “población rural, encanallada
por la Iglesia y completamente huera”- tal como la describe Unamuno en una
carta de ese mismo año de 1913. El rector de Salamanca, el hombre más respetado
de su tiempo, ese español era un disidente, en todas las acepciones del
vocablo-. Machado en una reseña del libro de don Miguel Contra esto y aquello,
escribió:
“Simpatizo profundamete con la
aversión que profesa Unamuno, más que al jacobinismo anarquizante falto de toda
espiritualidad…a esos neocatólicos franceses que pretenden representar hoy (…)
la élite de la intelectualidad francesa” y seguía Machado dirigiéndose
directamente al Rector de Salmanca: “ Empiezo a creer que la cuestión religiosa
sólo preocupa en España a Vd. Y a los pocos que sentimos con Vd. Ya oiría al
doctor Simarro, hombre de gran talento, de gran cultura, felicitarse de que el
sentimiento religioso estuviera muerto en España. Si esto es verdad, medrados
estamos, porque ¿Cómo vamos a sacudir el hierro de la Iglesia católica que nos
asfixia? Y añade Machado: “El clericalismo español sólo puede indignar
seriamente al que tenga un fondo cristiano”. Palabras casi literalmente
unamunienses.
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