jueves, 6 de febrero de 2014

Juan Negrín, intelectual y político, socialista y republicano, hombre de Ciencia y de Estado




Perseguido por la imagen de los vencedores que lo incluyeron en "los malos españoles", siempre vinculado al "oro de Moscú"  y de sus correligionarios que lo expulsaron del PSOE por su pretendido y más que discutible pliegue a "los comunistas" etc., en este caso el doctor Negrín es otro gran desconocido para la mayoría de los españoles. Él mismo,probablemente dada su humildad como hombre de ciencia en su afán de anonimato, contribuyó a borrar las huellas de su transcedente paso por la política de Estado de la España del siglo XX.Fue un hombre de ciencia y de Estado un gran exponente de aquella generación de españoles que entre 1931 y 1936 protagonizaron un importante intento de modernización y de reinsertar en Europa a la atrasada y replegada España.

Juan Negrín López nació en Las Palmas el 13 de febrero de 1892, hará pues en breves días 122 años. Pertenecía a la oligarquía comercial de las islas que dio importantes hombres de letras a la España de principios del siglo XX y ahora nos da mediocres ministros de industria y energía. Entre otras cosas, en aquella época era costumbre de esta burguesía enviar a los vástagos a estudiar a Europa y tras cursar precozmente el bachillerato, el joven Negrín marchó a Alemania y se matriculó en la Facultad de Medicina de  Kiel y poco después en la de  Leipzig, donde obtuvo el grado de doctor el 3 de agosto de 1912, con poco más de veinte años de edad. En los años siguientes continuó realizando investigación y funciones docentes en el Instituto de Fisiología de Leipzig y se casó con una joven de la alta burguesía rusa que también estudiaba allí. Así se familiarizó con el idioma ruso, que añadió al inglés, francés y, alemán que ya dominaba. (Fue un Erasmus con buen aprovechamiento aquél…)

Resultado de todo ello fue que Juan Negrín fue uno de los miembros de la generación de 1914 más europeizados. España contaba ya  desde 1906 con todo un Premio Nobel en medicina como don Santiago Ramón y Cajal, quien pudo servir de guía y ejemplo para el joven investigador en fisiología. Por otra parte, aquella Alemania era también la vanguardia del socialismo europeo, que entonces era sinónimo de ser “moderno” de ser “europeo”. La Primera Guerra Mundial devuelve a Negrín a España, quien en 1917, gracias al apoyo de Cajal, se instala en un laboratorio específicamente formado para él en los sótanos de la Residencia de Estudiantes de Madrid. En 1922 ganó la cátedra de fisiología e la Universidad de Madrid y al año siguiente fue nombrado secretario de la facultad de Medicina, cargo en el cuál se reveló su gran capacidad ejecutiva, que  compaginó con la de secretario  de la Junta constructora de la Ciudad Universitaria, desempeñada sin percibir retribución alguna hasta el comienzo de la Guerra Civil.

En la primavera de 1929, Negrín ingresó en el PSOE, lo que fue noticia y se publicó en El Socialista, dados los pocos intelectuales que habían dado aquel paso en la época. El Doctor Negrín publicó entonces un artículo en El Socialista que llevaba por título “La democratización de la Universidad”, en el que concluía que la democratización para él equivalía a facilitar el “ingreso de la masa proletaria en la Universidad”, porque de esa manera la actividad intelectual española adquiriría mediante este aporte de jóvenes de las clases trabajadoras “un sentido más humano y una concepción más seria de la vida, mayor virilidad y entereza”, en sus palabras  y quedaría quebrantado “tanto narcisismo infecundo”. Sin embargo, el doctor Negrín no se incorporó al grupo directivo del Partido Socialista (como había sucedido en el caso de don Julián Besteiro, catedrático de Lógica , a la sazón presidente del partido tras el fallecimiento de Pablo Iglesias). No se adscribió tampoco a lo que luego sería la corriente liderada por Francisco Largo Caballero, sino que se mantuvo en una posición netamente “republicana”. Para Negrín el PSOE era entonces “el único partido republicano que existe en España”, en el sentido del único que podía conciliar las fuerzas necesarias para modernizar y europeizar España. Estas afirmaciones las hace en una Conferencia que dio en la Casa del Pueblo de Madrid el 1 de diciembre de 1929 bajo el título de “La Ciencia y el Socialismo”, en la que afirmó “fui republicano desde que tuve sensibilidad política”. Y  añadía: “Ésta fue una razón decisiva para mí” en relación con su ingreso en el Partido Socialista.

Estas afirmaciones lo vinculaban a la minoría republicana de los dirigentes socialistas, en la que destacaba Indalecio Prieto, con quien mantendría una amistad que se enfrió durante la guerra y que acabó con la animadversión de Prieto hacia Negrín a la que luego nos referiremos.

La entrada oficial del doctor Negrín en la actividad política  nacional fue en 1931, siendo elegido diputado a Cortes constituyentes de la II República por la circunscripción de Las Palmas, gracias mas que al apoyo de su entorno social y familiar, al de los obreros del puerto de Las Palmas, que lograron sacar junto al doctor Negrín a otro diputado, su colega el doctor Pascua. La fragilidad de la implantación del PSOE en aquel distrito se puso de manifiesto con su derrota en las elecciones de 1933. Pero entonces podía presentarse un mismo candidato por varias circunscripciones y así resultó elegido por Madrid, en tercer lugar de la lista socialista. Y fue reelegido en febrero de 1936, por lo que estuvo en las Tres legislaturas de las Cortes republicanas. Su participación en ellas se centró como portavoz socialista en la Comisión de presupuestos, contribuyendo al esfuerzo en políticas de enseñanza de la República.

Paralelamente, su dominio de idiomas hizo posible que se le nombrara para diversas representaciones de la nación española en organismos internacionales: la Oficina Internacional de Trabajo, Sección de la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra y la Unión Interparlamentaria Europea. Conoce bien las consecuencias de la crisis financiera de 1929 y el auge de los fascismos en Italia y Alemania y los peligros que esto entrañaba. De resultas de todo ello, en 1936 el doctor Negrín era uno de los escasos diputados socialistas que  sabían cuán difícil podría transformarse la estructura del País en las condiciones internas y en el escenario europeo de entonces y apuesta por Indalecio Prieto como el único candidato con la fuerza, la inteligencia y el coraje necesarios para la jefatura del gobierno y consideró como un grave error de Azaña, la designación de Casares Quiroga.

Negrín realizó gestiones con algunos amigos  de los partidos de la derecha para “que evitaran rompimientos irreparables”. Otros intelectuales que habían intentado lo mismo, como el doctor Marañón o el propio Unamuno, se refugiaron en el exilio interior o en el exterior, pero el doctor Negrín apostó por participar activamente con toda su energía e imaginación en una guerra que él había intentado evitar, y así, tras facilitar los traslados a muchos científicos nacionales y extranjeros a lugares seguros en Europa y América, aceptó el nombramiento de ministr de Hacienda el 4 de septiembre de 1936 en el nuevo gobierno presidido por Largo Caballero., bajo la indudable indicación de Prieto. Negrín tenía una visión estratégica de la Hacienda republicana con dos funciones: una función nacional, la de proveer de fondos al esfuerzo de guerra de la República y una segunda, la de cumplir con los compromisos financieros contraídos por la República antes de 1936. Ambas funciones requerían de una operación fundamental: la de contar con las necesarias divisas extranjeras. Esta opción le llevóa tomar dos decisiones estratégicas y necesarias que fueron muy discutidas y marcaron su figura para muchos: Por un lado el control de las fronteras y puertos republicanos, para lo cual se creó el cuerpo de carabineros de la República, que no gustaba entre otros a algunos anarcosindicalista, por la interferencia que suponía en el control de las mismas por sus milicias, que además controlaban determinados tributos como los procedentes de las exportaciones de cítricos,  y, por otro lado, el debatido asunto del Oro de Moscú.

Pare este asunto de las Reservas de oro, un economista nada cercano a Negrín, citado por Juan Marichal le relató que Negrínreunió a los técnicos del Ministerio de Hacienda y éstos estuvieron de acuerdo en el derecho de un gobierno  a disponer de sus reservas metálicas para hacer frente a una situación como la creada por la guerra. La eficacia y firmeza de Negrín en el ministerio de Hacienda y su contribución al esfuerzo de la guerra, fue el que decidió a Azaña a confiar al Doctor Negrín, la presidencia del Gobierno republicano tras la crisis de mayo de 1937. Y aquí empieza lo que Juan Marichal ha calificado “la segunda revelación de una capacidad insospechada para el gobierno, tras la primera de Manuel Azaña en el otoño de 1931.

La capacidad de concepción internacional, global diríamos ahora, de Negrín se puso patente em la sesión de la Sociedad de Naciones de septiembre de 1937  en la que Negrín acudió a Ginebra cono jefe de la Delegación de la República Española, dándose cuenta de la dimensión internacional del conflicto. El doctor Negrín pronunció un histórico discurso en francés que fue alabado por su forma y por su contenido por la prensa internacional. La tesis central de su discurso fue mostrar que el problema español había de verse como un preludio de lo que se avecinaba en toda Europa y aconsejaba, sabiamente a sus oyentes que se preparasen para un futuro sombrío. Un periodista español destacado en Ginebra alabó el “empaque con que el doctor Negrín lo ha leído” y la “elegante pronunciación de nuestro compatriota”.

Dentro de su despliegue diplomático, al día siguiente, Negrín ofreció un almuerzo a los demás miembros del Consejo de la Sociedad de Naciones, sentados a sus costados el ministro ingés Eden y el francés Delbos. El mismo periodista testigo de aquellos acontecimientos escribió que la relación de Negrín con ambos ministros 2 ha adquirido un tono muy difícil de lograr para otro hombre que no fuera el jefe del Gobierno español” y poco más adelante afirma: “el doctor Negrín constituye el mejor argumento contra todas las campañas que han intentado mermar la significación de la República”.  De Ginebra vuelve un Negrín y una causa republicana muy reforzados. Él mismo, como muchos ciudadanos europeos y en el mundo entero pudieron sentir que la causa republicana representaba una batalla importante dentro de la guerra que se libraba ya contra el nazismo y el fascismo  a nivel mundial o al menos de Europa. La responsabilidad republicana española, por tanto era muy considerable. Sostenerse en pie –“resistir”, como se diría desde 1938 era defender ya a Europa en una guerra general, que podía comenzar en cualquier momento. Este clima perduró entre septiembre de 1937 y julio de 1938 cuando comenzó la Batalla del Ebro, como correlato militar de esta estrategia de resistencia.
Sin embargo en Europa eran otras las estrategias que dominaban en las democracias occidentales. El 29 de septiembre de 1938 se celebró la Conferencia de Munich en la que Francia e Inglaterra permitían a Hitler la anexión de los sudetes pertenecientes a Checoslovaquia, abriendo la expansión de Alemania que ya había comenzado con la anexión de Austria.
El 21 de septiembre de 1938 intuyendo lo que pasaba en Europa propuso la retirada de los combatientes de  las Brigadas Internacionales, a cambio de que Italia y Alemania retirase sus unidades regulares y su apoyo directo descarado al bando franquista. Negrín ejecutó la retirada de las Brigadas Internacionales y pidió que una comisión de la Sociedad de Naciones presenciara la salida de los últimos brigadistas de España. El 17 de Octubre de 1938, se celebró en Barcelona un homenaje a los brigadistas en la que el pueblo de Barcelona despidió masivamente a los interbrigadistas.
A fines de 1938, poco antes de la retirada del Ebro y del inicio de la última ofensiva del ejército franquista contra Cataluña, Negrín encargó a Ignacio Hidalgo de Cisneros una última misión desesperada a Moscú para solicitar el envío rápido de material bélico para la República. Le entregó tres cartas escritas en ruso de su puño y letra para Kalinin, Stalin y Vorochílov ministro de defensa, donde daba cuenta de la petición de ese material que fue valorado en 103 millones de dólares. El gobierno soviético acordó enviarlo, aunque consideraba que las reservas de crédito contra el oro del Estado español estaba ya prácticamente agotado. Le material fue embarcado en Murmansk en siete buques soviéticos. Los dos primeros llegaron a Burdeos, pero el gobierno francés retrasó su traslado por territorio francés, así que cuando el material comenzó a llegar, ya no había capacidad ni espacio para montar los aviones que llevaban, etc.
Tras la retirada de Cataluña, Azaña se refugió en Francia y ya no regresó al Centro, cosa que sí hizo Negrín. Azaña dimitió en París, lo que propició quemlos gobiernos francés e inglés, consumando su traición a la república española, reconocieran al Gobierno de Franco cuando aún el presidente Negrín estaba en Madrid.
Pero las democracias occidentales cedieron en la citada Conferencia de Munich y la suerte de la república española quedó echada.

A pesar de ello Juan Negrín se apoyó en los sectores militares, políticos y sindicales que con más eficacia y energía se pusieron de su lado, que fueron sectores amplios del socialismo y los comunistas. Negrín Acuñó una frase muy definitiva: “La guerra se pierde da unos la guerra por perdida”. El resto de la historia es conocida. El golpe de Estado de Casado respaldado por Besteiro y por el anarcosindicalista Mera, cuando el Gobierno estaba reunido en Elda el 6 de marzo de 1936. Saliendo hacia el exilio desde el aeródromo de Monóvar el día siguiente.

Al final de la contienda se instaló en Francia, de donde se trasladó a Londres, donde continuó presidiendo el Gobierno de la República en exilio hasta 1945. Sin embargo, la mayoría de los partidos políticos y diputados a través de la Diputación Permanente desconocieron la legalidad de un Gobierno en el exilio en julio de 1939, poniendo en cuestión la gestión del Servicio de Evacuación y creando una Junta de Auxilio a los Refugiados, cuya actuación ha sido objeto de fuertes críticas.

Trasladado a México con ocasión del final de la Guerra Mundial, sus divergencias con Indalecio Prieto y Diego Martínez Barrio provocaron su dimisión ante las Cortes en el exilio. Negrín y una treintena de socialistas fueron expulsados del PSOE el 23 de abril de 1946, aunque fueron rehabilitados en el Congreso Federal socialista de 2008. Después de pasar un tiempo en el Reino Unido, fijó su residencia definitiva en Francia. En 1947 el doctor Negrín publicó en el Herald Tribune de París unos artículos que produjeron conmoción entre los exiliados españoles. En  ellos pedía a Estadis Unidos y a los administradores del llamado Plan Marshall, que estudiaran los medios de incorporar a España al grupo de naciones que debían recibir los beneficios de la ayuda norteamericana. Esto demostraría que, contrariamente a su imagen de subordinado a los comunistas y a la URSS, Negrín actuó siempre teniendo en cuenta los intereses del sufriente pueblo español.
Falleció en París a la edad de 64 años, de una dolencia cardíaca. Está enterrado en el cementerio del Père Lachaise. Dejó dispuesto que su muerte se anunciara dos días después, y que sobre su lápida no se escribieran más que sus iniciales: "J.N.L."

miércoles, 5 de febrero de 2014

Manuel Azaña, o la tragedia del liberalismo y del republicanismo español





Manuel Azaña, castellano por nacimiento y por arraigo espiritual fue, no obstante, el defensor principal de las autonomías regionales y muy especialmente de la catalana. Impulsor del Estatuto en las Cortes del régimen republicano de 1931

Azaña fue visto en su tiempo por ciertos jefes de la izquierda revolucionaria (e incluso de la derecha más extremista) como el esperado cirujano de hierro que curase los males de su nación española. Símbolo del orden para unos, de la demolición para otros.

En un discurso en Bilbao en 1933, Azaña proclamaba: “Y lo que yo quisiera es que la generación  que nos suceda no se encuentre nunca dentro de este terrible problema: sentirse español en los huesos y en la sangre, y decir: Esta España yo no la quiero, queremos otra mejor”.

Para Azaña España necesitaba una transformación moral antes de iniciar un cambio fundamental político y social. Antes incluso que la revolución constitucional era necesaria  “la transformación moral del individuo”. Para Azaña los españoles que aspiran a gobernar la nación deberían someterse a una disciplina moral e intelectual que hiciera de ellos hombres, o más precisamente, españoles nuevos.  Pero Azaña no era un moralista. Para Azaña lo más importante era capacitarse para “ganar las instituciones”, los organismos del poder gubernamental y echar de él a los covachuelistas y a los corruptos.

Cuando tras la Huelga General Revolucionaria de 1934, en noviembre de 1934 Azaña se encuentra preso en el puerto de Barcelona a bordo del Galiano, redacta un alegato defensivo Mi rebelión en Barcelona, en el que carga contra Lerroux y los republicanos que han abierto el camino a la CEDA al gobierno, su alegato que es premonitorio:

Recuerda al verso que veíamos ayer de don Antonio Machado En Poema de un día-Meditaciones rurales: “creer, creer y creer “…

La credulidad de muchas gentes puede engendrar terribles disparates si el gobierno de España recae en gente sin mundo, ni tacto, cuya sensibilidad política no sea una fase de la sensibilidad personal cultivada, sino astrosa indumentaria corcusida con barreduras de redacción y aculotada con chabacanerías de comité suburbano” (Nótese el uso de términos de prmítaseme, costurero remendón, "artesano", de Azaña que tiene un aire como de masonería remendona)

Manuel Azaña quiere marcar tajantemente el contraste humano entre los políticos profesionales y los hombres que como él han llegado a la política tras una larga e intensa preparación intelectual: el acoplar dos vocablos tan dispares como “sensibilidad” y “política” era una expresión que equivalía a “agudeza”.

Azaña, hombre de conciencia histórica, sabía que el equiparar sensibilidad política y cima de la cultura personal repetía en 1930 muy tradicionales conceptos del pensamiento occidental. Desde la Grecia clásica hasta los caballeros racionales del siglo XVIII se reitera la aspiración a hacer de los gobernantes hombres de orientación intelectual o a hacer de los intelectuales hombres de gobierno. Un escritor nada reaccionario, Émile Zola,( el Zola de J’accuse…pero antes de su alegato…) decía en 1895 que existía un verdadero foso entre la minoría intelectual (“l’élite de la nation”) y los gobernantes de Francia. Los puestos de mando estaban en manos de “entrepreneurs de bâtisse social”, gentes de muy poca preparación cultural.

Azaña hizo política como secretario del Ateneo. Gracias al Ateneo había podido estar en la política sin hacer política. En una declaración en sus Diarios de 1932 dice: “No puede llegarse normalmente a la cumbre del poder político y conservar la integridad y entereza del propio ser…Yo no he hecho carrera [política] y estoy interiormente tan recio y tan en mi ser como hace veinte años…Esta es una ventaja que raramente puede disfrutarse cuando no hay revolución."

En 1924, un año antes de fundar su partido político Acción Republicana, Azaña escribe: “Un pueblo en marcha, gobernado con buen discurso, se me representa de este modo: una herencia histórica corregida por la razón”. Pero Azaña no deja de ser un intelectual liberal. Ya en 1934, ante partidarios suyos exclamaba: “Hay una intimidad, una última fibra donde reside el latido de la fibra moral que uno no deja profanar por nadie, que yo no puedo sacrificar ni a la República ni a la Revolución”. Señalando el conflicto interno de la civilización liberal burguesa. Al  “yoísmo” liberal se añade en Azaña el personalismo ibérico, al egotismo del burgués se añade el “yo sé quién soy” del hidalgo castellano.

Inspirado en Juan Marichal: El secreto de España, Ensayos de historia intelectual y política, Taurus, Madrid, 1995

martes, 4 de febrero de 2014

Antonio Machado influencias de la Institución Libre de Enseñanza, jacobinas y unamunianas




Benedetto Croce:  “Toda Historia es historia contemporánea”.

En 1938 un periodista anónimo entrevista a Machado en su refugio en Barcelona, en la torre de san Gervasio donde vivía y al preguntarle sobre Juan de Mairena le responde: “Juan de Mairena es un filósofo amable, un poco poeta y un poco escéptico, que tiene para todas las debilidades humanas una benévola sonrisa de comprensión y de indulgencia”. Ese temple, ejemplarmente liberal de Mairena, era el de Machado. De sobra está recordar que Machado dio ejemplo de valentía liberal pero comprometida con los trabajadores de la España y de la Barcelona de su tiempo. 

Antonio Machado fue, desde luego, poeta por la gracia de la Providencia, mas la conjunción de linaje espiritual y político, de lugar y año de su nacimiento, determinó fuertemente la originalidad de su futura actividad creadora. Antonio Machado hubiera podido ser uno de los divertidos heterónimos de poetas andaluces del siglo XIX que él se complacía en inventar. Fue él, sin embargo, porque nació en Sevilla, en 1875, en una familia de claro linaje liberal: su bisabuelo materno fue uno de los patriotas liberales opuestos a la invasión napoleónica y autor de un libro filosófico, la unidad simbólica…se llamó este bisabuelo José Álvarez Guerra y firmaba con el pseudónimo “un amigo del hombre” de donde el padre de Machado tomó a su vez su alias (Demófilo), utilizado por Antonio Machado en el otoño de 1936 calificándose  a sí mismo como “Demófilo incorregible”.  

El componente político le viene a Machado de su abuelo paterno Antonio Machado Núñez, que había sido “progresista” o sea, liberal de izquierdas, y , como tal, gobernador civil de Sevilla en 1870, al comienzo del breve reinado de Amadeo de Saboya. El padre del poeta –Antonio Machado Álvarez- fue un activo republicano que colaboró en el periódico La Justicia, dirigido por Salmerón. Cuando nació Machado, el 26 de julio de 1875, ya se había restaurado la monarquía y los intelectuales republicanos estaban en la fase melancólica del examen de conciencia colectiva tras la muy corta vida de la I República. ..Los Machado formaban parte en Sevilla del círculo intelectual encabezado por  don Federico de Castro (1834-1903), el krausista y catedrático de Metafísica de la Universidad de Sevilla, del que Machado toma buena parte de su personaje Juan de Mairena

A Antonio Machado y su hermano Manuel Machado sus padres los ingresaron en 1883 en la Institución Libre de Enseñanza, cuando su abuelo paterno obtiene su cátedra en la Universidad Central y toda la familia se desplaza a la Villa y Corte. Antonio estuvo en la ILE de los ocho a los 14 años, fenómeno decisivo en la formación moral e intelectual de un joven. Francisco Giner de los Ríos, dijo que la ILE aspiraba a hacer hombres, a “imprimir carácter” como se ha dicho de la educación jesuítica, pero civil. Los profesores de la ILE se basaban en parte en el krausismo, que era una corriente que fundía una tradición espiritual europea con la mística de santa Teresa o san Juan de la Cruz. Esto desataba la animadversión de la Iglesia española y del “partido clerical” . Sobre todo porque los krausistas no eran los usuales anticlericales tragacuras ni los llamados “librepensadores”, fieramente ateos.

Fue Antonio Machado, de joven, muy mal estudiante, concluyó el bachillerato a los veinticinco años! Sin embargo, frecuento la Biblioteca Nacional y se le podría calificar como él mismo hace como autodidacta. Pero, sobre todo, una gran influencia para su vida fue su estancia en París durante la III República. En 1899 Antonio y su hermano Manuel viajan a París, donde trabajaron en la Editorial Garnier, que realiza libros en español para los países latinoamericanos. Es el año de la primera revisión del llamado affaire Dreyfus.
En una carta desde Baeza a Unamuno en 1915, escribe el andaluz al vasco:
“Yo también, en el fondo, acaso sea francófilo. Mi antipatía a Francia se ha moderado mucho …La otra Francia (en contraste con la Francia reaccionaria) es de mi familia y de mi abuelo y mi bisabuelo; que todos pasaron la frontera y amaron la Francia de la libertad y el laicismo, la Francia religiosa del affaire y de la separación de Roma, en nuestros días. Y ésa será la que triunfe de Alemania” (Recordamos que la carta se escribe en plena 1ª Guerra Mundial).

La Francia del fin del siglo XIX no tenía nada de decadente para el visitante que no se limitaba a observar ciertos cafés del Barrio Latino. La III República francesa, es el periodo que va desde la capitulación de 1870 de Napoleón III ante los Prusianos, hasta la de Vichy ante Hitler en 1940. En 1881-1882 el gobierno de Jules Ferry aprobó nuevas leyes educativas que establecían la enseñanza gratuita (1881) y obligatoria y la educación laica (1882), sentando las bases de la educación pública francesa. Esta separación de la Iglesia y el Estado en el ámbito escolar se extendió a otros, como el funerario (la ley de 1881 secularizó los cementerios; otra de 1887 puso fin a las restricciones a los funerales civiles y permitió la cremación de los cadáveres); y también a la salud pública: los hospitales fueron laicizados, expulsando a los capellanes y sustituyendo progresivamente a las monjas por enfermeras diplomadas, aunque este proceso fue muy lento; las salas de hospital perdieron sus nombres católicos y recibieron otros que recordaban a grandes inventores o médicos. También se tomaron medidas para laicizar el espacio público: los crucifijos fueron retirados de las paredes de hospitales, escuelas y tribunales; se restringió la salida de procesiones fuera de los lugares consagrados al culto y el porte de la sotana por la calle. 

Al mismo tiempo se desató una campaña de anticlericalismo a través de los periódicos republicanos y librepensadores y de folletos y libros. En uno de ellos se decía: “el desenfreno, la holgazanería, la intolerancia, la glotonería, la rapacidad frailuna son otros tantos portillos que nos abren la ciudadela clerical”. En la estela de Eugenio Sue aparecieron muchos otros novelistas, como Marie-Louise Gagneur (Le crime de l’abbé Maufrac, La Croisade noire, Un chevalier de sacristie), Hector France, Jules Boulabert (Les ratichons). Autores más prestigios también mostraron clérigos antipáticos e incluso repulsivos, como Émile Zola, en La Terre o en La Faute de l’abbée Mourret.

Las normas anticlericales y laicistas aumentaron en el gobierno de Émile Combes, con la aprobación de las leyes de 1904 que prohibían a las congregaciones religiosas dedicarse a la enseñanza escolar,  , por lo que cerraron unas 12.500 escuelas religiosas,6 excepto en Alsacia-Lorena, que estaba en poder de Alemania; la mayoría de estas órdenes religiosas expulsadas se instalarán en España, donde fundarán colegios. Esta política anticlerical provoca la ruptura con la Santa Sede en 1904.

En 1905 la Asamblea Nacional aprueba la Ley de Separación de la Iglesia y del Estado aboliendo el concordato: desde ese momento la República no reconoce ningún culto. Uno de sus promotores fue la Asociación de Librepensadores de Francia, que realizó diversos actos, algunos de los cuales terminaron en altercados con católicos, causando heridos y algún muerto. La ley, sin embargo, no contentó plenamente a algunos de ellos porque hacía alguna concesión a la Iglesia Católica, como la de que continuaría detentando el uso exclusivo de los templos.

Esta es la Francia que conoció Machado, la llamada “Francia de los profesores” y la del Partido Radical Republicano. Influyó de manera importante en Machado según autores como Juan Marichal. Es más, el ingreso de Antonio Machado en la logia “Mantua” de la masonería española podría verse como un efecto más de sus estancias en Francia, dado que los radicales franceses utilizaron las logias masónicas para la difusión del humanismo republicano. Antonio Machado fue de nuevo a Francia en 1911 con una Beca de la Junta para la Ampliación de estudios, que eran las Becas Erasmus de la época. Machado tenía entonces treinta y cinco años, y solamente contaba con el título de bachiller que le había permitido obtener la plaza de profesor de francés en los institutos nacionales de Segunda Enseñanza. No habría conseguido, seguramente la beca aludida de no haber sido ya un  conocido poeta – había publicado en 1903 Soledades, libro reeditado en 1907 con adiciones: Soledades. Galerías y Otros poemas. 

Estas Becas Erasmus de la época eran tan exiguas, que cuando su mujer se pone enferma en París, Machado debe pedir prestados 250 francos a Rubén Darío, para regresar a España. Antes Machado terminó en París su libro Campos de Castilla, que se publicó con notable éxito en el otoño de 1911, ya de regreso el poeta en Soria. A los años siguientes a la muerte de Leonor el 1 de agosto de 1912 corresponden algunos de sus mejores poemas. Como el “Poema de un día-meditaciones Rurales”. Es el Machado más jacobino, el de la rabia y la idea…



Fragmento de POEMA DE UN DÍA.
MEDITACIONES RURALES

(…)Arrecia el repiqueteo
de la lluvia en las ventanas.

Fantástico labrador,
vuelvo a mis campos. ¡Señor,
cuánto te bendecirán
los sembradores del pan!

Señor, ¿no es tu lluvia ley,
en los campos que ara el buey,
y en los palacios del rey?

¡Oh, agua buena, deja vida
en tu huida!

¡Oh, tú, que vas gota a gota,
fuente a fuente y río a río,
como este tiempo de hastío
corriendo a la mar remota,
en cuanto quiere nacer,
cuanto espera
florecer
al sol de la primavera,
sé piadosa,
que mañana
serás espiga temprana,
prado verde, carne rosa,
y más: razón y locura
y amargura
de querer y no poder
creer, creer y creer!
 (…) Marzo de 1913 (Baeza)


Aquí Machado escribe directamente contra “la España de charanga y pandereta que le tocó vivir”. El “poema de un día” es un texto excepcional que condensa impresiones sobre la vida intelectual y rural del poeta. Antonio Machado está en una “población rural, encanallada por la Iglesia y completamente huera”- tal como la describe Unamuno en una carta de ese mismo año de 1913. El rector de Salamanca, el hombre más respetado de su tiempo, ese español era un disidente, en todas las acepciones del vocablo-. Machado en una reseña del libro de don Miguel Contra esto y aquello, escribió:
“Simpatizo profundamete con la aversión que profesa Unamuno, más que al jacobinismo anarquizante falto de toda espiritualidad…a esos neocatólicos franceses que pretenden representar hoy (…) la élite de la intelectualidad francesa” y seguía Machado dirigiéndose directamente al Rector de Salmanca: “ Empiezo a creer que la cuestión religiosa sólo preocupa en España a Vd. Y a los pocos que sentimos con Vd. Ya oiría al doctor Simarro, hombre de gran talento, de gran cultura, felicitarse de que el sentimiento religioso estuviera muerto en España. Si esto es verdad, medrados estamos, porque ¿Cómo vamos a sacudir el hierro de la Iglesia católica que nos asfixia? Y añade Machado: “El clericalismo español sólo puede indignar seriamente al que tenga un fondo cristiano”. Palabras casi literalmente unamunienses.