martes, 4 de febrero de 2014

Antonio Machado influencias de la Institución Libre de Enseñanza, jacobinas y unamunianas




Benedetto Croce:  “Toda Historia es historia contemporánea”.

En 1938 un periodista anónimo entrevista a Machado en su refugio en Barcelona, en la torre de san Gervasio donde vivía y al preguntarle sobre Juan de Mairena le responde: “Juan de Mairena es un filósofo amable, un poco poeta y un poco escéptico, que tiene para todas las debilidades humanas una benévola sonrisa de comprensión y de indulgencia”. Ese temple, ejemplarmente liberal de Mairena, era el de Machado. De sobra está recordar que Machado dio ejemplo de valentía liberal pero comprometida con los trabajadores de la España y de la Barcelona de su tiempo. 

Antonio Machado fue, desde luego, poeta por la gracia de la Providencia, mas la conjunción de linaje espiritual y político, de lugar y año de su nacimiento, determinó fuertemente la originalidad de su futura actividad creadora. Antonio Machado hubiera podido ser uno de los divertidos heterónimos de poetas andaluces del siglo XIX que él se complacía en inventar. Fue él, sin embargo, porque nació en Sevilla, en 1875, en una familia de claro linaje liberal: su bisabuelo materno fue uno de los patriotas liberales opuestos a la invasión napoleónica y autor de un libro filosófico, la unidad simbólica…se llamó este bisabuelo José Álvarez Guerra y firmaba con el pseudónimo “un amigo del hombre” de donde el padre de Machado tomó a su vez su alias (Demófilo), utilizado por Antonio Machado en el otoño de 1936 calificándose  a sí mismo como “Demófilo incorregible”.  

El componente político le viene a Machado de su abuelo paterno Antonio Machado Núñez, que había sido “progresista” o sea, liberal de izquierdas, y , como tal, gobernador civil de Sevilla en 1870, al comienzo del breve reinado de Amadeo de Saboya. El padre del poeta –Antonio Machado Álvarez- fue un activo republicano que colaboró en el periódico La Justicia, dirigido por Salmerón. Cuando nació Machado, el 26 de julio de 1875, ya se había restaurado la monarquía y los intelectuales republicanos estaban en la fase melancólica del examen de conciencia colectiva tras la muy corta vida de la I República. ..Los Machado formaban parte en Sevilla del círculo intelectual encabezado por  don Federico de Castro (1834-1903), el krausista y catedrático de Metafísica de la Universidad de Sevilla, del que Machado toma buena parte de su personaje Juan de Mairena

A Antonio Machado y su hermano Manuel Machado sus padres los ingresaron en 1883 en la Institución Libre de Enseñanza, cuando su abuelo paterno obtiene su cátedra en la Universidad Central y toda la familia se desplaza a la Villa y Corte. Antonio estuvo en la ILE de los ocho a los 14 años, fenómeno decisivo en la formación moral e intelectual de un joven. Francisco Giner de los Ríos, dijo que la ILE aspiraba a hacer hombres, a “imprimir carácter” como se ha dicho de la educación jesuítica, pero civil. Los profesores de la ILE se basaban en parte en el krausismo, que era una corriente que fundía una tradición espiritual europea con la mística de santa Teresa o san Juan de la Cruz. Esto desataba la animadversión de la Iglesia española y del “partido clerical” . Sobre todo porque los krausistas no eran los usuales anticlericales tragacuras ni los llamados “librepensadores”, fieramente ateos.

Fue Antonio Machado, de joven, muy mal estudiante, concluyó el bachillerato a los veinticinco años! Sin embargo, frecuento la Biblioteca Nacional y se le podría calificar como él mismo hace como autodidacta. Pero, sobre todo, una gran influencia para su vida fue su estancia en París durante la III República. En 1899 Antonio y su hermano Manuel viajan a París, donde trabajaron en la Editorial Garnier, que realiza libros en español para los países latinoamericanos. Es el año de la primera revisión del llamado affaire Dreyfus.
En una carta desde Baeza a Unamuno en 1915, escribe el andaluz al vasco:
“Yo también, en el fondo, acaso sea francófilo. Mi antipatía a Francia se ha moderado mucho …La otra Francia (en contraste con la Francia reaccionaria) es de mi familia y de mi abuelo y mi bisabuelo; que todos pasaron la frontera y amaron la Francia de la libertad y el laicismo, la Francia religiosa del affaire y de la separación de Roma, en nuestros días. Y ésa será la que triunfe de Alemania” (Recordamos que la carta se escribe en plena 1ª Guerra Mundial).

La Francia del fin del siglo XIX no tenía nada de decadente para el visitante que no se limitaba a observar ciertos cafés del Barrio Latino. La III República francesa, es el periodo que va desde la capitulación de 1870 de Napoleón III ante los Prusianos, hasta la de Vichy ante Hitler en 1940. En 1881-1882 el gobierno de Jules Ferry aprobó nuevas leyes educativas que establecían la enseñanza gratuita (1881) y obligatoria y la educación laica (1882), sentando las bases de la educación pública francesa. Esta separación de la Iglesia y el Estado en el ámbito escolar se extendió a otros, como el funerario (la ley de 1881 secularizó los cementerios; otra de 1887 puso fin a las restricciones a los funerales civiles y permitió la cremación de los cadáveres); y también a la salud pública: los hospitales fueron laicizados, expulsando a los capellanes y sustituyendo progresivamente a las monjas por enfermeras diplomadas, aunque este proceso fue muy lento; las salas de hospital perdieron sus nombres católicos y recibieron otros que recordaban a grandes inventores o médicos. También se tomaron medidas para laicizar el espacio público: los crucifijos fueron retirados de las paredes de hospitales, escuelas y tribunales; se restringió la salida de procesiones fuera de los lugares consagrados al culto y el porte de la sotana por la calle. 

Al mismo tiempo se desató una campaña de anticlericalismo a través de los periódicos republicanos y librepensadores y de folletos y libros. En uno de ellos se decía: “el desenfreno, la holgazanería, la intolerancia, la glotonería, la rapacidad frailuna son otros tantos portillos que nos abren la ciudadela clerical”. En la estela de Eugenio Sue aparecieron muchos otros novelistas, como Marie-Louise Gagneur (Le crime de l’abbé Maufrac, La Croisade noire, Un chevalier de sacristie), Hector France, Jules Boulabert (Les ratichons). Autores más prestigios también mostraron clérigos antipáticos e incluso repulsivos, como Émile Zola, en La Terre o en La Faute de l’abbée Mourret.

Las normas anticlericales y laicistas aumentaron en el gobierno de Émile Combes, con la aprobación de las leyes de 1904 que prohibían a las congregaciones religiosas dedicarse a la enseñanza escolar,  , por lo que cerraron unas 12.500 escuelas religiosas,6 excepto en Alsacia-Lorena, que estaba en poder de Alemania; la mayoría de estas órdenes religiosas expulsadas se instalarán en España, donde fundarán colegios. Esta política anticlerical provoca la ruptura con la Santa Sede en 1904.

En 1905 la Asamblea Nacional aprueba la Ley de Separación de la Iglesia y del Estado aboliendo el concordato: desde ese momento la República no reconoce ningún culto. Uno de sus promotores fue la Asociación de Librepensadores de Francia, que realizó diversos actos, algunos de los cuales terminaron en altercados con católicos, causando heridos y algún muerto. La ley, sin embargo, no contentó plenamente a algunos de ellos porque hacía alguna concesión a la Iglesia Católica, como la de que continuaría detentando el uso exclusivo de los templos.

Esta es la Francia que conoció Machado, la llamada “Francia de los profesores” y la del Partido Radical Republicano. Influyó de manera importante en Machado según autores como Juan Marichal. Es más, el ingreso de Antonio Machado en la logia “Mantua” de la masonería española podría verse como un efecto más de sus estancias en Francia, dado que los radicales franceses utilizaron las logias masónicas para la difusión del humanismo republicano. Antonio Machado fue de nuevo a Francia en 1911 con una Beca de la Junta para la Ampliación de estudios, que eran las Becas Erasmus de la época. Machado tenía entonces treinta y cinco años, y solamente contaba con el título de bachiller que le había permitido obtener la plaza de profesor de francés en los institutos nacionales de Segunda Enseñanza. No habría conseguido, seguramente la beca aludida de no haber sido ya un  conocido poeta – había publicado en 1903 Soledades, libro reeditado en 1907 con adiciones: Soledades. Galerías y Otros poemas. 

Estas Becas Erasmus de la época eran tan exiguas, que cuando su mujer se pone enferma en París, Machado debe pedir prestados 250 francos a Rubén Darío, para regresar a España. Antes Machado terminó en París su libro Campos de Castilla, que se publicó con notable éxito en el otoño de 1911, ya de regreso el poeta en Soria. A los años siguientes a la muerte de Leonor el 1 de agosto de 1912 corresponden algunos de sus mejores poemas. Como el “Poema de un día-meditaciones Rurales”. Es el Machado más jacobino, el de la rabia y la idea…



Fragmento de POEMA DE UN DÍA.
MEDITACIONES RURALES

(…)Arrecia el repiqueteo
de la lluvia en las ventanas.

Fantástico labrador,
vuelvo a mis campos. ¡Señor,
cuánto te bendecirán
los sembradores del pan!

Señor, ¿no es tu lluvia ley,
en los campos que ara el buey,
y en los palacios del rey?

¡Oh, agua buena, deja vida
en tu huida!

¡Oh, tú, que vas gota a gota,
fuente a fuente y río a río,
como este tiempo de hastío
corriendo a la mar remota,
en cuanto quiere nacer,
cuanto espera
florecer
al sol de la primavera,
sé piadosa,
que mañana
serás espiga temprana,
prado verde, carne rosa,
y más: razón y locura
y amargura
de querer y no poder
creer, creer y creer!
 (…) Marzo de 1913 (Baeza)


Aquí Machado escribe directamente contra “la España de charanga y pandereta que le tocó vivir”. El “poema de un día” es un texto excepcional que condensa impresiones sobre la vida intelectual y rural del poeta. Antonio Machado está en una “población rural, encanallada por la Iglesia y completamente huera”- tal como la describe Unamuno en una carta de ese mismo año de 1913. El rector de Salamanca, el hombre más respetado de su tiempo, ese español era un disidente, en todas las acepciones del vocablo-. Machado en una reseña del libro de don Miguel Contra esto y aquello, escribió:
“Simpatizo profundamete con la aversión que profesa Unamuno, más que al jacobinismo anarquizante falto de toda espiritualidad…a esos neocatólicos franceses que pretenden representar hoy (…) la élite de la intelectualidad francesa” y seguía Machado dirigiéndose directamente al Rector de Salmanca: “ Empiezo a creer que la cuestión religiosa sólo preocupa en España a Vd. Y a los pocos que sentimos con Vd. Ya oiría al doctor Simarro, hombre de gran talento, de gran cultura, felicitarse de que el sentimiento religioso estuviera muerto en España. Si esto es verdad, medrados estamos, porque ¿Cómo vamos a sacudir el hierro de la Iglesia católica que nos asfixia? Y añade Machado: “El clericalismo español sólo puede indignar seriamente al que tenga un fondo cristiano”. Palabras casi literalmente unamunienses.

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