viernes, 19 de abril de 2013

Mañana se cumplen 50 años del fusilamiento de Julián Grimau



En la mañana del día 19 de abril de 1963, como hoy, tuvo lugar un Consejo de ministros. Franco decidió que todos se retrataran, que se votase. Que se compartiera la responsabilidad “ante Dios y ante la Historia”. Diecinueve ministros dan el visto bueno para la ejecución de Julián Grimau por un presunto y extraordinario “delito continuado” desde la Guerra Civil.



Franco pretendía con ello, con este acto de crueldad supina, recobrar ante los españoles, tintada de sangre, la legitimidad nacida del triunfo en la Guerra Civil. Y este mensaje quiere enviarlo con la complicidad de su gobierno, de esa amalgama de militares, de miembros del Opus Dei, de tecnócratas…Todos votan a favor, Fraga, y los del OPUS incluidos López Bravo, Ullastres, Navarro Rubio (Hoy esa misma iglesia habla de mártires)

El 7 de noviembre de 1962, es detenido por la policía franquista Julián Grimau. El hecho se produce tras la delación del enlace, que ya no aguanta más torturas de la Brigada Político Social , cuando lo delata y les facilita su detención al señalarles la cita clandestina. A las pocas horas, es terriblemente torturado y cae a la calle desde una venta de la primera planta de la Dirección general de Seguridad al callejón de san Ricardo. El mismo Julián en testimonio recogido por José Ramón Recalde y otros presos en la Carcel de Carabanchel, meses después, les confesaba que no recordaba cual de las dos versiones era la verdadera. Solo la tortura que la motivó es incuestionable.
Julián ha quedado malherido, con el cráneo hundido y las muñecas rotas pero no pueden rematarlo porque se ha agolpado gente en torno a él. Lo llevan a la Casa de Socorro de General Ricardos, donde le operan de urgencia del hundimiento del parietal izquierdo. Lo trasladan al Hospital penitenciario de Yeserías.
Santiago Carrillo habla el 15 de noviembre por Radio España Independiente “La Pirenaica”:
“Me dirijo a todos los españoles, de izquierda y de derecha. No es posible tolerar en silencio que el gobierno siga aplicando la tortura a hombres con cuyas ideas podéis estar de acuerdo o disentir, pero que en todo caso las defienden arriesgando su vida, noble y pacíficamente.
Me dirijo a los hombres que encabezan la Iglesia Católica: ¿Cómo podéis seguir apareciendo en el papel de cómplices o aliados de un régimen que se proclama católico y aplica la tortura?...
Y vosotros, militares, ¿no os percatáis de que, con esos métodos, Franco trata de hundir al ejército en el mismo lodazal, en idéntico deshonor en el que está cayendo su régimen maldecido por la inmensa mayoría de los españoles?
Hacemos un llamamiento a los trabajadores, a los intelectuales, a los hombres de Iglesia, a los militares honestos,. Uníos todos para que Julián Grimau sea el último español torturado.”
En Madrid, Francisco Romero Marín se mueve en los círculos de abogados próximos al Partido, y designan como idóneo para la defensa de Grimau a Amandino Rodríguez Armada. Un hombre corpulento, vehemente, abogado vitalista, bohemio, comunista, que ha aprendido a sortear con habilidad en el trapacero sistema legal de la Dictadura, con una gran capacidad de repentización.
-          ¿Usted es comunista, no, Armandino? –le pregunta en una de las muchas veces en las cuales se ve con él, frente a frente, el coronel Eymar, el temido Juez Especial Nacional de Actividades Extremistas, caballero mutilado de guera.
-          No soy gallego –respondía Fernández Armada en una clara declaración de fidelidad a sus raíces. 

El 6 de diciembre de 1962 Manuel Fraga, nuevo ministro de Información, comienza a justificar la condena de Grimau, con la denuncia de “una campaña que determinados sectores comunistas y filocomunistas llevan contra España” al responder a la Comisión Internacional de Juristas de Ginebra que hayan vuelto a calificar de nuevo al franquismo como un régimen dictatorial. Y continúa:

“Uno de los objetivos de esa campaña es convertir en personajes a individuos como Grimau y Ormazabal, claramente comunistas, o como Marcos Ana, que ustedes conocen y que es un verdadero asesino (sic) Pero quiero indicarles que, así como el proceso del señor Grimau, que estos días ocupa una cierta atención en la prensa comunista, sigue su curso normal y todavía no es posible hacer declaración alguna sobre los hechos recientes, en cambio sí puedo decir que se ha podido investigar sobre la actuación de este señor durante la guerra española en Barcelona y dentro de unos días daremos un dossier espeluznante de crímenes y atrocidades cometidas personalmente por este caballerete.”

El 20 de enero, cuando Grimau ya ha dejado el hospital de Yeserías y ha sido trasladado a Carabanchel, el diario oficial Arriba  publica un editoria, que lleva por título Grimau y sus crímenes, al que se unen otros artículos difamatorios de Emilio Romero en Pueblo,, en base a dossieres servidos desde el Ministerio de Fraga. Intelectuales no comunistas como Pedro Laín Entralgo o Dionisio Ridruejo, firman contra el proceso a Grimau.

Algunos piensan que no pueden juzgar a Grimau por unos presuntos crímenes cometidos durante la guerra, ya que estos han prescrito, pasados casi 25 años. Para ello el régimen inventa el “delito continuado” {ahora algunas quizás dirían “diferido”} porque la decisiónde la sentencia ya está tomada. Delito continuado, según el cual  hay una línea de continuidad entre la actuación de Julián Grimau como policía del Gobierno republicano durante la Guerra Civil y su posterior lucha clandestina.

Julián Grimau permenece durante casi tres meses en la enfermería de la Carcel de Carabanchel y, un día de abril le dejan bajar al patio de la cárce, pero pronto tiene lugar el juicio y lo vuelven a aislar en la enfermería. Casi todos los presos pensaban que a nadie mataban ya por hechos de la Guerra Civil, pero Recalde ya salió preocupado cuando Grimau le habló de la conmutación de la pena tras la aparición de ese extraño concepto pseudojurídico del “delito continuado”.

El juicio fue una pantomima. El único que tenía títulos jurídicos suficientes fue el abogado defensor de Grimau, Alejandro Rebollo., a la sazón joven capitán del Ejército de Tierra y abogado. El Fiscal Hernández Martín ha falsificado sus títulos de derecho, lo que no le ha impedido participar en cientos de consejos de guerra en aquellos años. La mayoría de los jueces militares no tienen la mas mínima noción de derecho, entre ellos el secretario del tribunal, el atrabiliario teniente coronelBalbás: quien ante el ardor, llama al orden al abogado defensor de Grimau:  “- Mida usted sus palabras. Hay periodistas extranjeros en la sala.”
El 18 de Abril tiene lugar el Juicio. Crucifijo. Sable. Militares legos. Se vierten los argumentos de los Dossieres fabricados y difundidos desde el ministerio de Información de Fraga. El abogado defensor, cuestiona si no es verdad la afirmación de Franco sobre que el valle de los caídos es un símbolo de la reconciliación nacional y se arma la marimorena en la sala. . Pero el Tribunal da por visto para sentencia. Siguen las acttuacionwes del Partido y de los intelectuales amigos hacia altos cargos del régimen como el general Muñoz Grandes, a quien se considera único capaz de llevar la contraria a Franco.
En la mañana del día 19 de abril de 1963, como hoy, tuvo lugar un Consejo de ministros. Franco decidió que todos se retrataran, que se votase. Que se compartiera la responsabilidad “ante Dios y ante la Historia”. Diecinueve ministros dan el visto bueno para la ejecución de Julián Grimau por un presunto y extraordinario “delito continuado” desde la Guerra Civil.
Franco pretendía con ello, con este acto de crueldad supina, recobrar ante los españoles, tintada de sangre, la legitimidad nacida del triunfo en la Guerra Civil. Y este mensaje quiere enviarlo con la complicidad de su gobierno, de esa amalgama de militares, de miembros del Opus Dei, de tecnócratas…Todos votan a favor, Fraga, y los del OPUS incluidos López Bravo, Ullastres, Navarro Rubio (Hoy esa misma iglesia habla de mártires)

En su última noche en capilla antes de su fusilamiento, Permitieron a Antonio Rebollo designado su abogado, pasar varias horas con Julián Grimau.. Como luego comentó el abogado hablaron del futuro de España, de la democracia, de la lucha sin violencias, de la reconciliación nacional, de todo lo que negaba aquel acto infame. Hablaron de la Encíclica Pacem Terris, de Van Gogh y Degas. De John Dos Passos…y se abrazan antes de que sonaran las descargas. Dicenque las últimas palabras de Julián Grimau a su abogado fueron:

“La victoria, Amandino, la usufructuarán otros.
Los emboscados, los burócratas.
Los calculadores que permanecen a buen recaudo en la retaguardia…”

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